sábado, 3 de mayo de 2008

No necesito pensar


Cuando me despierto, me encuentro con un gran vació en mi barriguita. Así que pretendo llenarlo comiendo unas cuantas galletas o tomando algo de leche y mientras tanto, en mi cabeza, una cinta morada se pone play a los recuerdos. Los recuerdos intensos vuelven de tal manera que las galletas no me llenan el hueco, éstas simplemente caen con la gravedad, y no me refiero a la gravedad de la física que te enseñan en la escuela, sino a la gravedad que me hace sentir este momento de dramática esencia. Esa gravedad que se siente cuando el amor se ha ido y te deja gravemente herida.

A veces esto me marea, me deja tibia como nunca antes había sido yo, y me confunde dejándome la piel abierta, el corazón abierto, la mente abierta, olvidando que en el poco amor que hay, aún existe algo que no he dado…

Ahora, en las noches me encuentro en la cama, bocarriba con los ojos abiertos y llevando mis manos hacia ellos, tratando de limpiarlos, aunque me gusta ese sabor salado que llega a mis labios.

Me abandona la poca paz con la que pretendo vivir la vida que quiero de vuelta y en mi cabeza, una cinta morada me deja ver las fotografías recolectadas, las que más quiero, las que deseaba como presente.

Mi persona está sujeta a los eventos venideros, no hay futuro deseado, sólo hay un pasado que quiero de vuelta.

Algunas horas del día, algunas horas de la noche son horas de intranquilidad malcomidas, maldormidas y sobre todo maltrabajadas.

¿Dónde quedara ese intento de alcanzar la perfección? Porque ¿será esa la perfección que busco? o ¿la que muchos ven en mi? Se que puedo, pero no quiero ser perfecta, ni lo busco, sólo soy perfectible. Ahora duermo menos, el sueño se ha ido, quiero acostumbrarme, pero falta poco para comenzar algo nuevo que se me alentara, por lo mientras seguiré llenado ese hueco en mi barriguita con más galletas, porque es el único momento en el que siento hambre, todo se fue o quizás me olvide de cómo hacerlo.

Ya no pienso en falsas razones, pero algo débil me muestro ante los demás, más de tres personas me dicen que he cambiado, que mi vista ya no es la misma, que me amargue, que algo quiero desahogar, que ya no rió igual, que me pierdo, que cambie. Nadie más tiene la culpa, pero el hueco se convirtió en compañía que no se si quiero, sólo quiero que la cinta morada ponga pausa para apartar a los que están aquí, para que estén lejos, por un momento, de este ser que perdió la dirección, pero que por sus acciones, no quiere perderlos también.


El día continúa, me lavare la cara, prenderé la computadora y seguiré escuchando música, de la cual no me he separado desde que algo cambio, pero ahora veo la historia en cada canción que no se si quiera recordar. Sólo cierro los ojos y vuelvo a soñar.

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